lunes, 17 de mayo de 2010

POLO de naranja con pretensiones de azahar

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Eráse una niña vestida de azul, con su camisita y su canesú. Pasaron los años y aquella linda niña trocó en mujer. Pero, ¡ay!, íntimamente, ella aspiraba a más, mucho más.

Entonces se convirtió en un POLO de naranja. Un simple polo. Pero estaba convencida, tal vez influenciada por sus raíces cordobesas, de que expandía aroma a azahar. Hasta el más tonto sabe que un POLO de naranja no huele a azahar, pero ella estaba convencida de que sí, tal era la paranoia que le había contagiado el unirse a unas alimañas de alcantarilla a quienes la pobre niña de azul veía cómo dulces conejitos y ardillas.

Si sólo hubiese sido esta ceguera, la niña de azul no fuese señalada... Pero es que empezó a hacer maldades. Una vez una. Otra, otra... No callaba, por más que en su infantilidad asegurase que sí, que ella no decía nada. ¡Bien que aprendió a mentir y engañar de la mano de las alimañas a las que ella veía cómo tiernos animalicos!

Este cuento es inquietante porque... ¿qué le espera a un POLO?... Ni un guardia de prisiones puede evitar que un POLO sea devorado o se derrita hasta desaparecer para siempre. Es el destino de los polos, tengan el sabor que tengan.


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